Tras los dichos de privatización del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) se abrió una caja de Pandora, diversas voces se manifestaron en los medios a favor de la ciencia argentina.
Entre otras, circuló una solicitada en defensa de nuestra ciencia y tecnología (C&T). Esa solicitada reconoce la necesidad de mejorar, no solo al CONICET sino a todos los organismos de C&T con las siguientes palabras: “asegurar el pluralismo y la neutralidad política, establecer prioridades que fijen un rumbo, planificar con objetivos claros y realistas, gestionar con responsabilidad, mantener estándares de calidad internacionales, evaluar con objetividad y fortalecer los lazos con la producción”. Hay consenso sobre la necesidad del cambio.
En los meses de abril, mayo y junio se realizó un ciclo de webinars, “Aprender con Israel” que, en buena medida, se centró en la innovación para el desarrollo económico. Sin pretender describir totalmente un sistema complejo como el israelí, puede ser útil tomar algunas ideas de su tejido institucional, que permite que un país tan pequeño se desarrolle exponencialmente gracias a que su inversión en C&T per cápita es la mayor del mundo.
La exposición más detallada del ecosistema israelí corrió por cuenta de Mel Larrosa, una “Gerente de innovación” de un hospital pediátrico. El ejemplo, por lo tanto, refiere al sector salud.
Las primeras preguntas que surgen son ¿qué es un gerente de innovación? y, ¿por qué esa figura en un hospital? Las respuestas son sencillas: en el hospital pediátrico hay investigación científica y una OTT (Oficina de transferencia tecnológica) que Mel dirige.
En la primera etapa, la OTT ayuda a discernir qué investigaciones son útiles para las patologías pediátricas. Debe conocer el estado de la ciencia en las áreas elegidas e indagar sobre los científicos universitarios que ya estar avanzando en esas áreas e interesar a las universidades a realizar investigaciones conjuntas. En la medida en que se alcanzan resultados, asociar a los investigadores con emprendedores que aportan capacidades empresariales.
Con el proyecto empresario en mano, la OTT se dirige a un organismo público que financia a las empresas nacientes (la Israel Innovation Authority) y a una incubadora de empresas que, además de la asistencia y el espacio, aporta más recursos. Se define un plazo de incubación de dos años y, si la empresa es viable, ya está en condiciones de recibir más aportes de la autoridad de innovación y de algún fondo privado.
El ejemplo habla de un tejido institucional que alienta la cooperación, con diversas entidades que interactúan en lo que Mel define como el ecosistema de salud: hospitales, OTT´s, universidades, la Israel Innovation Authority, incubadoras, fondos de capital de riesgo y empresas privadas. En las primeras etapas de investigación es crucial el financiamiento público, también en la etapa de incubación de las empresas nacientes y en la creación y el sostenimiento de las incubadoras. Luego fondos de capital de riesgo, laboratorios medicinales, inversores privados, empresas de informática o de equipamiento médico toman la posta y las empresas nacientes cobran autonomía. Muchas investigaciones científicas tardan décadas y muchas empresas nacientes no prosperan. Es como en el futbol: para que haya un Messi, hacen falta millones de pibes que jueguen en miles de potreros.
En la hoja de ruta mencionada, todos los actores involucrados y, particularmente la Innovation Authority, están atentos a la labor de otros ecosistemas de innovación que pueden aportar experiencias y capacidades al ecosistema de salud: se busca la convergencia de los conocimientos en salud, con la informática, la inteligencia artificial, la biotecnología, etc. Obviamente en ese proceso cooperativo se establecen acuerdos formales y la tramitación de patentes. En los casos de éxito, todos reciben parte de los resultados, lo que les permite continuar con la labor y reiniciar el ciclo con más proyectos.
Mel da importancia a los gerentes de innovación de las OTT´s. Sin duda son una pieza clave y difícil de formar. Ella contó –con orgullo– que, en el área de salud, hacia el 2016 había solo cuatro gerentes de innovación y que hacia el 2022 había más de cien, y 1.100 start ups (empresas en etapas iniciales) del área de salud, sobre un total de 6.000, considerando todas las áreas de alta tecnología. El mayor número per cápita del mundo.
Estamos lejos de Israel, pero la experiencia de la ciencia argentina, con recursos que no llegan al 10% de los israelíes, es un punto de partida ineludible. No tenemos la densidad institucional, la cooperación y la agilidad israelí en el vínculo con la producción. Pero en universidades, hospitales y otros centros hay investigación de excelencia, sostenida por el CONICET y, a menudo, con fondos privados. Se trata de llevar a la práctica la frase que se menciona en el inicio de esta nota. Y, particularmente desarrollar los incentivos (de empresas y científicos) para la vinculación con la producción. Las figuras de los gerentes de innovación y las OTT´s israelíes son ejemplos para tener en cuenta.
Y como es obvio, el semillero de la ciencia y la tecnología está en las escuelas y las universidades. En última instancia, la competencia entre los países es una competencia entre sistemas educativos. Allí está otro de los temas centrales del desarrollo económico.
publicado en Clarín, 11/9/2023
LA ARGENTINA, MILEI Y LA CIENCIA
Milei planea transferir la ciencia a la actividad privada.
Desconoce la situación argentina, porque en nuestro país el motor del desarrollo científico no es la industria ni ninguna otra actividad privada, sino es lo social, y nuestra ciencia lo que más produce son “científicos”, posiblemente el producto más excelso de la actividad científica.
Hoy la industria del conocimiento produce más dólares para la argentina que lo ue produce la exportación de carne.
Además si analizamos la preparación de nuestro población tenemos exagerando y simplificando el cuadro, la mitad de la población con graves problemas de educación y la otra mitad con buena educación, a esta última hay que direccionarla a trabajos de alta productividad ya que irremediablemente la otra mitad generara recursos de baja productividad.
Una acertada politica exterior debe ayudar a este logro y es certero el autor cuando considera el caso de Israel.
Entorpecer el desenvolvimiento de la ciencia argentina es una empujón para que los jóvenes capacitados y desilusionados se vayan del país.
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