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Temas tabú en la agenda del país

Alejandro Poli Gonzalvo

La sociedad argentina arrastra una serie de tópicos sobre los que no se puede debatir. Son los debates prohibidos. Estos tópicos han quedado cristalizados en algún momento del pasado y reabrir su discusión por parte de políticos e intelectuales es políticamente incorrecto. El resultado es que asuntos que en otras partes del mundo son objeto de periódica revisión crítica, entre nosotros no se pueden tocar. Pero hay más. Los problemas actuales no se analizan a la luz de las mejores teorías y prácticas de la hora, sino apelando a ideas del pasado que hoy no contienen los avances doctrinarios desarrollados para enfrentarlos. Algunos ejemplos.

¿Cuáles son las políticas que se deberían implementar para hacer frente a problemas creados por la inmigración? El Estado argentino no reclama compensaciones a los países vecinos, ni siquiera una mínima reciprocidad, sobre los ingentes gastos en que incurre para atender la salud de inmigrantes. Tampoco tiene una política clara respecto de quienes ingresan para delinquir, desde punguistas hasta narcotraficantes. El país se formó con el espíritu generoso de una Constitución abierta a todos los habitantes del mundo pero mantener este principio, ¿es incompatible con aplicar un marco legal que nos proteja de abusos y delitos?

El ingreso irrestricto a las universidades públicas es una bandera que no se puede discutir, siendo uno de los pocos casos, o el único, que existe en el mundo. La consecuencia es una bajísima tasa de graduados respecto de los alumnos que ingresan, y que no se cuenta con recursos suficientes para la investigación. ¿Se podría dar un debate moderno sobre este tópico analizando pros y contras? ¿Por qué no enfrentamos la solución de un déficit permanente de enfermeras y seguimos formando miles de médicos que no tienen cabida para hacer una residencia?

En materia de salud, la fragmentación del sistema de salud argentino es un clásico. Como también el hecho de que los sindicatos administren la salud de sus afiliados a través de las obras sociales. Esto también es un hecho inédito en el mundo. Lo mismo sucede con una cobertura amplísima del plan médico obligatorio a cargo de los actores del sector salud que en otras partes son responsabilidad del Estado. El resultado es que la Argentina invierte en salud un porcentaje de su PBI similar al de naciones desarrolladas, pero obtiene indicadores médicos mucho peores. ¿Es posible debatir estos tópicos?

Un punto dificilísimo es la cuestión del empleo. Existe un sector formal sobrecargado de costos pero los sindicalistas poco se preocupan por millones de argentinos que están en la informalidad. Sin embargo, sostienen un régimen de reelecciones indefinidas que no se cuestiona. Cuando a estos factores se suma el empleo público, que ha crecido enormemente en la década anterior, el debate parece imposible. Hoy hay consenso en que el déficit del sector público es un problema mayor, pero nadie se atreve a hablar de cómo generar un proceso gradual de traslado de empleados públicos al sector privado.

Otro punto espinoso se relaciona con los derechos humanos. ¿Es posible pedir el arrepentimiento público de los líderes guerrilleros como lo ha hecho «Timochenco», el líder de las FARC, en Colombia? ¿Seríamos capaces de sumar a la condena unánime de la represión ilegal, la condena moral de la violencia promovida por esos líderes guerrilleros para que también cicatricen las heridas de quienes perdieron familiares y amigos debido a su accionar?

¿Es posible debatir la promoción que beneficia a Tierra del Fuego? ¿Es posible debatir el estatuto del docente? ¿Es posible debatir cómo actuar ante los cortes permanentes de calles y rutas y la toma de edificios públicos? ¿O ante la extorsión de los gremios aeronáuticos? ¿Es posible debatir las jubilaciones de privilegio? ¿Es posible debatir cómo acabar con las barras bravas? ¿Cómo deberíamos tratar la cuestión de los pueblos originarios sin caer en frases demagógicas que cierran el debate antes de plantearlo?

Un punto de optimismo es que la sociedad argentina está ingresando en un proceso de modernización que abriga la esperanza de que estos temas y otros se puedan discutir sin que las partes se descalifiquen mutuamente. Nada es más conservador en un mundo de cambio acelerado que mantener hibernados tópicos pensados en otros tiempos y no revisitarlos. Por eso, es imperativo recuperar la posibilidad de debatir el futuro del país sin restricciones y sin tópicos tabú.

publicado en La Nación, 8/1/2018

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